Hablar de niños y política levanta ampollas. Cada vez que en una noticia en los medios de comunicación aparecen ambos conceptos se genera una agria reacción sobre el uso de los más pequeños de la casa para fines políticos. El reparto de farolillos con la bandera independentista en la pasada cabalgata de Reyes de Vic fue el último capítulo de estas periódicas indignaciones
Expertos en derechos de la infancia y pedagogía consultados por La Vanguardia coinciden en tachar de inmaduro y poco profundo el debate que se suscita en estos destellos de polémica y lamentan que una vez más la educación infantil parezca ser lo de menos, “sino más bien el uso de los niños como arma arrojadiza”.
Participación
Es un error que la política sea mala para los niños porque transmite valores democráticos. Hay que encontrar más mecanismos de implicación adaptándolos a sus contextos y limitaciones”
CARLOS VILLAGRASA
Profesor de Derecho Civil de la UB y presidente de la Asociación para la Defensa de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia
De entrada, piden desterrar la idea de que la política es “mala” para los niños y de ahí avanzar en los mecanismos de “participación” e “implicación” en la vida pública en asuntos que les afecten. Así lo considera Carlos Villagrasa, profesor de Derecho Civil de la UB y presidente de la Asociación para la Defensa de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia (ADDIA), quién denuncia una tendencia jurídica a restringir los derechos de los niños con el pretexto de su protección.
“Después nos escandalizamos de que hay desafección”, subraya Villagrasa, fenómeno que achaca en parte a la “falta de formación democrática” en la educación. “La política está en todas partes -opina el sociólogo, coach político y miembro del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), Danel Alberdi-. Si sabemos introducirla a los niños siempre pensando en su contexto y límites de comprensión, daremos pasos en la buena dirección”.
Y sigue Alberdi: “Al final, el actual desapego lo está mamando la infancia ¿Qué aspiraciones tenemos después de qué voten y participen? Pocas vocaciones habrá”. Por ello, el coach entiende que hablar de política en casa es positivo pero no sólo pensando en términos de ideología o partidos, sino sobre todo entendiéndola de forma práctica y adaptada a los intereses de los menores y pone de ejemplo “el precio del transporte escolar”.
La clave es entender al niño o a la niña como “un agente político” o, lo que es lo mismo, un “ciudadano”, subraya. En cambio, “si la idea es que el niño se convierta en un simple reclamo para dar una imagen más cercana o un mensaje que no va acorde con lo que ellos contextualizan y entienden, eso se convierte en uso oportunista y desviado”, concluye Alberdi, que admite que a menudo la línea entre una cosa o la otra es fina.
Escándalo público
Polémicas como la de los farolillos independentistas son en sí mismas negativas en tanto que hacen lo mismo que critican: usar la imagen de la infancia”
DANEL ALBERDI
‘Coach’ político y miembro del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia
Por su parte, Villagrasa recuerda que los derechos a la libertad de pensamiento, expresión, opinión y participación para los niños están reconocidos internacionalmente y que las leyes sobre la infancia -tanto la del Parlament como la del Estado- establecen que los mayores de 12 años deben “ser escuchados” en todo aquello que les “concierna” y que en el caso de los menores de 12 debe considerarse las “condiciones de madurez” en cada caso.
Desde esta perspectiva, el jurista invita a tener más cuidado cuando se emplean términos como “adoctrinamiento” o “manipulación” en referencia a los niños. “Adoctrinamiento es anulación del pensamiento y obviamente lo deseable es educar en la riqueza de las distintas opciones ideológicas”, subraya Villagrasa, que añade que no hay que subestimar la capacidad crítica de por sí de los más pequeños. “Son más maduros de los creemos, pensamos que reproducen sin más lo que oyen y no es cierto. En política, como en muchos aspectos, también se rebelan”.
Alberdi también distingue entre lo que ocurre en casa y en la escuela. “Llevar a un niño a un mitin o manifestación no es adoctrinar simplemente es educarle en lo que creo que es mejor como padre”, subraya. El único límite, a su juicio, es el uso por parte de terceros. En cambio, en las aulas, “la prioridad debe ser la libertad de pensamiento e incluso ser capaces de transmitir valores críticos”, algo que, a su juicio, no sucede en el actual sistema educativo.
“Admitimos que un niño pueda entrar en un mitin pero no en una corrida de toros”, señala Villagrasa, que asegura que eso es así porque “la política en general transmite valores democráticos”, sea cuál sea la ideología. Para el presidente de la ADDIA, el único límite en este ámbito existe si “el mitin al cuál se lleva al niño difunde ideas xenófobas o de odio”. En este caso, podría existir vulneración de derechos.
Coincide en dichas apreciaciones la terapeuta Clara Darder, que subraya que el “niño no es tonto” y “tiene mucha más capacidad para discernir y procesar la información de lo que pensamos los adultos”. Darder, que también es directora de proyectos de la Fundació Propedagògic, cree que el origen de este tipo de polémicas tiene que ver más con “quién, cómo y desde qué punto de vista se explican asuntos controvertidos como la historia” que por el hecho de la manipulación. “Todo el mundo, en una parte u otra, quiere dar su versión”.
Aunque considera que estos debates transmiten “miedos de los adultos”, añade que lo deseable es que la escuela, en la medida de lo posible, “dé el máximo de visiones posibles”. “Históricamente se ha dado la versión de la historia de los vencedores; es bueno dar todas las versiones”, mantiene Darder.
Los especialistas consultados también coinciden en sus críticas al debate público al respecto. “Polémicas como la de los farolillos independentistas son en sí mismas negativas en tanto que hacen lo mismo que critican: usar la imagen de la infancia”, indica Alberdi. De igual forma, Villagrasa considera que de nuevo “se cosifica a los niños” entendiéndolos como un “objeto de sobreprotección propiedad de los padres”.
¿Adoctrinamiento?
Un niño no es tonto. Tiene mucha más capacidad de discernir y procesar la información de lo que pensamos los adultos”
LEER EN LA VANGUARDIA
http://www.lavanguardia.com/politica/20170115/413330189977/politica-ninos-combinacion-explosiva.html